No hay Retorno
PROLOGO
Era mas de media noche y no había ni si quiera un alma en pena, salvo por una que otra prostituta. Algún perro callejero o algún drogadicto. No había mucha gente por lo que no era nada seguro transitar por las calles, sola y menos a esas elevadas horas de la noche, sin embargo, ahí estaba. Corría desesperadamente y a la mayor velocidad que sus heridas le permitían y lo que el pequeño bulto que cargaba entre sus brazos podía soportar.
Estaba agotada y muy adolorida. La enorme pérdida de sangre hacía que sus sentidos no funcionaran al máximo de su capacidad, la vista comenzaba a nublársele y su mortal herida en el pecho quemaba y punzaba, quitándole el aliento. Sacudió la cabeza para aclarar su vista, debía seguir huyendo de sus verdugos, no por ella si no por la pequeña criatura que yacía inconsciente en su regazo; su hija que ajena a todo los problemas había sido víctima de una cruel masacre. Una brutal carnicería, cuyo origen fue su responsabilidad.
Un par de lágrimas brotó de sus ojos color miel ante su amargura y culpa. Lo que había hecho no merecía perdón ni de Dios ni de los simples mortales... lo unico que podía hacer para redimir su culpa era poner a salvo a su única hija... al menos, la única que aún estaba con vida, Debía protegerla hasta que su cansado corazón latiera por última vez...
Corrió por un par de horas que parecieron eternas, hasta que llegó a una pequeña plaza dotada de grandes árboles e intensos verdes y de una brillante capa de césped. Hermoso paisaje para plasmar en la retina y para ocultarse.
Con cuidado de no lastimar a la niña, se introdujo entre unos matorrales y en un hueco de árbol la acomodó de modo tal que las heridas que la pequeña no rozaran con la dura e irregular madera y de que nadie pudiese encontrarla.
-Mi niña...- musitó con la voz quebrada y lágrimas de impotencia recorrieron su ensangrentado rostro –perdóname...- rogó afligida y lentamente se retiró del lugar, recorriendo dolorosamente cada paso hacia atrás. Su niña ahora estaba a salvo, no así su existencia.
Nuevamente comenzó su carrera pero esta vez su meta era la muerte, no importaba si era de mano de sus cazadores, de alguna fuerza divina o por su propia mano, aunque esto ultimo fuera otro pecado mas para su lista.
Corrió hasta que se topó de frente con el borde de una barranca y mas abajo con el mar. Hermoso lugar para terminar su martirio y a la vez imposible de ensuciar con su podrida sangre pero no tenía otra opción. Sus captores se acercaban hacia donde ella estaba.
No importaba nada, no quería entregarles su vida... jamás lo hizo y no lo haría ahora; prefería pecar nuevamente a ser asesinada por ellos... Fijó su vista en las olas y en como chocaban contra los requerios, sintió unos deseos incontrolables de tocar esa pura agua con sus manos...
Sonrió... se reuniría al fin con su esposo e hijos que al igual que ella, habían condenado a la menor de los hijos a una pena de por vida y probablemente estarían en el infierno.... esperándola. Extendió sus brazos, sintiendo la brisa marina chocar contra su rostro.... así y sin mas se dejó caer... quizá la pureza del mar aliviara su culpa.